Hoy, en España, hay un grupo de cientos de miles de personas que están siendo marginadas. A pesar de que la Constitución, que proscribe toda discriminación por sexo, edad, ideas o creencias, teóricamente les protege, leyes posteriores les han dejado completamente indefensos. Su intimidad genética es violada, y su vida es despreciada. Como en otro tiempo sucedió con la esclavitud, la sociedad biempensante mira para otro lado. Prefiere no conocer los detalles de una tragedia. No quiere mirar la sangre, ni los miembros descuartizados, ni los órganos vendidos para supuestas investigaciones.