Tu clamor llega a mí, pequeño ser, desde todos los confines del mundo.
Apenas sin forma, sin nombre, sin uñas en las manos ni en los pies, arropada tu luz en ese cobijo de carne cálida que te alberga. Sin heridas aún, sin triunfos ni glorias, custodiado por la frágil fortaleza de un cuerpo.
Cómo se adivina tu alma chapotear en ese agua primera donde caben todos los sueños….
Pensado por Dios desde el principio del mundo, tú, tan diminuto y capaz de levantar a tu alrededor tan grandes revuelos.