Por la vida

Cuando se trata de la vida prenatal, algunas personas juzgan sólo las apariencias, y tontamente creen que abortar “sólo” elimina la vida de un embrión o feto, que hay quienes llaman injustamente “amasijo de células o tejidos”.

Pero no es así: al abortar, no “sólo” eliminas la vida de ese embrión (que es muchísimo):

- Acabas con la vida de ese bebé, que con su inocencia habría reclamado el amor de todos los que mirasen a los ojos y le recibieran en sus brazos.

- Acabas también con la vida de ese niño o esa niña, que habría aprendido en el colegio, habría jugado en los parques y habría sido la alegría de su madre, o de sus padres.

- Acabas también con la vida de ese joven, chico o chica, que habría tenido amigos, habría estudiado, habría luchado quizá por alguna causa justa, habría seguido su vocación y habría buscado un lugar en la vida, y del que su madre o sus padres se habrían podido sentir orgullosos.

- Acabas con la vida de ese hombre o mujer adultos, que habría formado una familia, habría criado a sus hijos, habría cuidado de sus mayores, habría trabajado y habría compartido su vida con amigos y compañeros.

- Acabas con la vida de ese anciano o anciana, que habría envejecido quizá con su esposo/a, apoyándose mutuamente, habría conocido y cuidado a sus nietos, habría soportado con paciencia sus propios achaques, y habría contado a otros sus experiencias de toda una vida.

Dijo Jesús: "lo que hiciste con uno de estos hermanos míos, los más pequeños, conmigo lo hiciste" (Mateo 25, 40).

No juzguemos por apariencias: juzguemos por la vida.

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