Otra cifra tétrica de 2020: 42.7 millones de abortos se habrían realizado en el mundo

 

Fuente: Panampost - Carlos Flores

Más allá de cualquier argumento, ¿debate?, batallas legales, protestas, y puntos de vista basados en moral, religión, sentido común… y hasta el silencio de los que prefieren no opinar, solo repetir semejante cifra en voz alta en sinónimo de que algo muy malo –mucho peor de lo que imaginamos- está ocurriendo en este planeta.

 

El titular del portal conservador Breitbart.com es tan duro como un ladrillazo en el centro del cráneo luego de una noche y madrugada de juerga. Incisivo y sin anestesia, aquí se retrata una realidad cada vez más palpable en muchos países: “El aborto lidera globalmente las causas de muerte en 2020 con 42.7 millones asesinados”.

Bajo este titular, seguimos leyendo: “El aborto nuevamente es la causa número uno de muertes –globales– en 2020, con un récord de 42.7 millones de bebés neonatos asesinados en el útero, según datos proporcionados por Worldometer”, ¡Alto! Es realmente necesario hacer una pausa. Respirar profundo y, tras dejar a un lado lo que sea que usted opine sobre el tema –sí, sobre el aborto-, relea varias veces la cifra.

Ese número… ¿42.7 millones? No hablemos de abortos. Comparemos con algo más digerible: población. Usemos los censos de solo dos países. Un par de ejemplos, por colocarle imagen al número y que nos parezca humanamente cuantificable: Argentina ronda los 45 millones de habitantes; España cerca de 47 millones… y, vamos, un tercer ejemplo: Venezuela se aproxima a los 29 millones. Estas son cifras también ofrecidas por Worldometer.

¿Y estos quiénes son?

Antes de entrar en el tema que es tan polémico… tan… bueno, tan incómodo para muchos, como recostar la espalda contra un cactus cuyas espinas sueltan llamas… y veneno. Porque el aborto es eso: el tema con espinas. En realidad califica como un tema que divide o une; el tema en el que el gris no existe. Un tema de absolutos.

Estás a favor o en contra… y cada una de esas opciones viene cargada con una tonelada de discursos, argumentos, furia –sí, furia, mucha furia-, banderas, consignas, fervor, pasión y la lista de adjetivos es tan extensa como los puntos que separan a ambos bandos.

No obstante, –y aquí no importa en absoluto el estar a favor o en contra- cuando Worldometer lanza esa cifra, que luego es replicada mundialmente, sobran las preguntas (imposible abarcar siquiera 1 % de ellas), el periodista debe –ante todo- empaparse de la fuente. ¿Quién o quiénes son Worldometer? Y la respuesta, inicia el trajín que luego nos llevará a enfrentar el aborto en nuestros tiempos locos.

 

Primero, y muy extraño, es que Worldometer –en su página- se describe como un equipo internacional de investigadores, desarrolladores y voluntarios que busca presentar las estadísticas mundiales, de una manera que incite a pensar y que esté a la par de nuestros tiempos.

Todo esto publicado por una “pequeña compañía digital independiente, ubicada en Estados Unidos (no precisan el lugar de su sede). Dicen no tener alguna afiliación política, gubernamental y, de hecho, afirman no tener ningún tipo de inversionistas, donantes, becas o respaldo financiero externo.

“Somos completamente independientes y auto-financiados a través de publicidad programática y automatizada”. Pero esa pequeña compañía, que no recibe fondos, es independiente, etc, etc, afirma que su data es utilizada por el gobierno del Reino Unido, de Tailandia, Vietnam, Sri Lanka y medios como The New York Times, BBC, Financial Times y Business Insider y… ¿listos? “La universidad de Oxford, CERN, Morgan Stanley, IBM, Hewlett Packard, Dell, Amazon Alexa, Google Translate y hasta la Organización de las Naciones Unidas”. En realidad nada mal, considerado que se trata de un montón de voluntarios anónimos (ah, sí, otro detalle: en su sitio web no aparece el nombre de un solo ser vivo).

Resumen: al parecer muchísimos de los datos que consumimos provienen de una misteriosa pequeña compañía ubicada dentro de los Estados Unidos, pero que –a pesar de no tener afiliación política ni inversionistas- proporciona sus servicios a gobiernos y a las entidades mediáticas, así como financieras más importantes del mundo.

Y todo esto, bajo anonimato. No vamos a emitir juicios, sencillamente queremos dejarles esa ¿peculiar? información. Ahora que ya sabemos que honestamente no se sabe nada sobre los que ofrecen estos datos, pues, saltemos a la turbulenta piscina del aborto.

Provida-Promuerte-Proloquesea…

Las cifras de Worldometer comparan –no, mejor dicho, distancian- al aborto como la principal muerte en el mundo y se le coloca a ejemplos como diversas enfermedades (desde cáncer a COVID-19) hasta accidentes de tránsito.

Quizás, porque tal vez el único número –dentro de su intrincada oferta de datos- que supera al aborto y lo deja como un número triste y diminuto, son los –según ellos- más de 400.000 millones de dólares que se gastaron en la adquisición de drogas ilegales. Y ese, sin duda, es tema para otro artículo. Otro dato, ciertamente el único, que casi iguala a los 42.7 millones de abortos en el mundo durante 2020, son los 42.3 millones de nuevos infectados por HIV durante el año que recién finalizó.

Estos datos, los del aborto, al ser expuestos públicamente –ya vimos el nivel de importancia que tienen los anónimos de Worldometer- causa, por mínimo, shock. Y no importa si usted cree en el pecado o se siente pecador o, por el contrario, está de acuerdo con la legalidad del aborto y que es una decisión de cada mujer, porque cuando le dicen que hay 42.7 millones de lo que sea: dinosaurios, árboles de mangos o… abortos –corríjame si estoy equivocado- su cerebro se convertirá en una ametralladora de cuestionamientos, acusaciones y… shock.

Entonces, no se trata de juzgar si lo ocurrido en Argentina es un triunfo –es decir, una solución a un problema global- o una derrota.

 

Al poner en contexto los datos de Worldometer –a pesar que solo esta autoproclamada «pequeña empresa», sabe de dónde los obtuvo, y teniendo claro que en la gran mayoría de países, el aborto de ejecuta ilegalmente y en situaciones altamente peligrosas y, sobre todo, clandestinas; que imposibilitan ser cuantificadas. Entonces, el número pudiera ser tan grande como el de las drogas… o tan pequeño como cualquier otro.

La realidad es que no lo sabemos… ni ahora ni nunca. Porque mientras usted lee esto, les aseguro que se están practicando abortos en todo el mundo: legales, bajo condiciones que no pongan en riesgo a la mujer… o en la parte trasera de un taller mecánico.

Sin conclusión

De ser ciertos esos 42.7 millones de abortos durante un año, y sin levantar alguna de las dos banderas (ejemplo: ¡pecado, porque alguno de estos neonatos pudo ser quien descubriera la cura de enfermedades que ni conocemos! o por el otro lado, ¡esa mujer estaba en su pleno derecho de –valga la repetición- 1decidir sobre lo que haría con lo que llevaba en su vientre!), hay que sacar la cabeza del hueco donde la tengamos y analizar –lamentar- lo que sea que esté ocurriendo en el mundo… lo que sea que lleve a que 42.7 millones de abortos (sí, sí, sí. Quedó claro que desconocemos de dónde sacan ese número) se realicen en apenas un año… lo que sea que lleva a tomar esta decisión… Y, más que nada, lo que sea que llevó a que el aborto dejase de ser un tema de debate, para adquirir el absurdo nivel de absolutismo, digno de cualquier religión y casi militancia fanática, que infectó a pro-choice y pro-vida.

Hoy en día estos dos bandos se ven enfrentados en una guerra… ¿pero es que acaso ya no tenemos suficientes guerras, como para que el aborto se convierta en otra trinchera, en una suerte de ring de peleas callejeras donde todo, TODO, vale, excepto el diálogo, la reflexión y el sentido común?

Palabras más, palabras menos: para que durante un año se realicen 42.7 millones de abortos –sin mencionar los realizados en condiciones horribles, sin mencionar madres muertas o afectadas de por vida- el gran problema no es el aborto o su legalidad. ¡Diablos, el problema somos nosotros, los seres humanos!