Feminista, católica y provida

FUENTE: RELIGION EN LIBERTAD

 

La veterana periodista y ahora historiadora del feminismo Sue Ellen Browder, una de las pioneras de la frívola revista Cosmopolitan, acaba de publicar su libro Sex and the Catholic Feminist, que viene a complementar su anterior obra Subverted: How I Helped the Sexual Revolution Hijack the Women’s Movement. (ReL ya comentó en parte su libro anterior aquí).

Browder pasó de ser una feminista abortista a una feminista provida, profamilia y conversa al catolicismo. Su propio aborto fue una de las causas de su cambio. También la conciencia creciente, como periodista e investigadora, de que el feminismo abortista y hedonista se ha construido sobre mentiras. Y un encuentro con una sacerdotisa episcopaliana que no creía en milagros.

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¿Feminismo católico? Sí, provida y profamilia

En su nuevo libro, Sex and the Catholic Feminist, de sólo 130 páginas, Sue Ellen Browder tiene una tesis clara: los conservadores, y también los católicos en general, pueden y deben reclamar la palabra "feminismo" si valoran la verdadera feminidad.

Buscar "verdadero respeto a la dignidad de la mujer, plena como persona, en la esfera pública y privada", es perfectamente compatible con el cristianismo y los valores provida y profamilia. Escribe: "lo que las mujeres provida combaten no es el feminismo en sí, sino la falsa unión del feminismo con la revolución sexual".

"No es el feminismo (la llamada a las mujeres a ser tratadas con igual dignidad y respeto) lo que es contrario a los valores judeocristianos", insiste. Al respecto, se apoya en la carta apostólica de San Juan Pablo II de 1988 Mulieris Dignitatem. También repasa la historia de las primeras feministas, en su inmensa mayoría defensoras de la vida y la familia.

Browder, que desde 1970 trabajó décadas para Cosmopolitan bajo su famosa directora Helen Gurley Brown, explica que el feminismo moderno se estropeó al asumir la revolución sexual y la sexualidad hedonista, incentivada también por revistas como la suya, junto con el aborto.

"La fantasía más destructiva y divisiva perpetuada por la prensa es el espejismo de que el sexo 'todo vale' sin compromiso con el hombre, de alguna manera, 'libera' a la mujer", escribe. Y también: "La reducción de la plena persona de una mujer a su deseabilidad y sus deseos sexuales es la injusticia real que combatimos".

Respecto al aborto, explica ella, parte del feminismo lo asumió en una fecha muy concreta: el 18 de noviembre de 1967. Fue en la segunda asamblea nacional de la National Organization for Women, cuando sus 100 delegadas votaban qué temas incluir en una Declaración de Derechos. De esas 100, 57 votaron para incluir el aborto. Un tercio de las feministas, en desacuerdo con el aborto, abandonó la sala del hotel y más tarde dejaron la asociación.

Browder, que es periodista, lamenta que muchas feministas, y luego incluso el Tribunal Supremo en Roe vs. Wade, en 1973, en el caso que legalizó el aborto en EEUU, se dejaran engañar por el libro del periodista Lawrence Lader de 1966 Abortion, que daba cifras falsas e inventadas sobre abortos ilegales, mujeres dañadas, etc... El autor no era médico ni historiador ni experto en nada, pero el juez Harry Blackmun, autor de la sentencia que ha llevado a la muerte de millones de bebés, se basó en él "de manera acrítica" y "cita el libro Abortion, de Lader, no menos de siete veces".

Una vida familiar entregada... con un aborto propio

En Cosmopolitan Browder se encontró un mundo de reportajes inventados sobre mujeres que no existen y se amoldó a él. Browder asumió como ideología el feminismo hedonista y abortista. Escribía que la mujer no debía ser un objeto sexual, pero escribía que tenía que estar dispuesta a ser seductora y conseguir mucho sexo con muchos hombres. Contradictorio, pero era el tema de la revista y de la revolución sexual.

Pero en su vida personal Sue Ellen Browder vivía otra cosa: un solo marido, varios hijos y mucho esfuerzo conjunto por pagar facturas. Su marido Walter intentaba vivir de sus escritos, pero a menudo tenía que dedicarse a trabajos de taller y fábrica -que odiaba- para mantener la familia. Después Sue Ellen dejó la plantilla de Cosmopolitan para ser escritora freelance y poder pasar tiempo con los niños. Sue Ellen y Walter tenían claro que su matrimonio era su prioridad.

En un mal momento económico, Sue Ellen abortó a su tercer bebé. No se lo pensó mucho. "Después de todo era mi derecho como mujer liberada, parecía una salida fácil en una situación imposible". Al parecer Walter estuvo de acuerdo.

"Después de mi aborto, de alguna manera, la historia en mi interior cambió", escribe. "En ese momento clave de nuestra vida, cuando más necesitábamos la libertad que nace sólo de la esperanza y la confianza en Dios, Walter y yo sucumbimos a un miedo que encoge la mente". La "libertad de elegir" no les liberó.

Ella sentía que había hecho algo que estaba mal y le dolía, pero no podía expresarlo en voz alta. No se dio cuenta de que a Walter también le había dolido el aborto, porque no hablaban de ello. Un día, Browder regaló una cuna a un centro provida de ayuda a embarazadas, como un gesto de "expiación", escribe. Walter le dijo que le hubiera gustado ir con ella.

Buscar a Dios... pero uno que tenga poder

Fue Walter quien abrió el camino en su búsqueda espiritual. "Quiero conocer la realidad de Dios", dijo él en cierta ocasión. Se habían mudado muchas veces y ahora vivían en un pueblecito de California. Fueron a su pequeña iglesia episcopaliana, el anglicanismo liberal de Estados Unidos. La sacerdotisa episcopaliana dijo a Sue Ellen que no hacía falta que creyera en milagros. Pero ella pensó: "Si Dios no es capaz de hacer milagros, ¿cómo va a resucitarme de entre los muertos?"

Más adelante, Walter propuso probar en la Iglesia Católica. Ella protestó: "No pienso unirme a esa iglesia vieja y patriarcal". Y para reforzarse en su argumentación empezó a leer historia del catolicismo. "Mi breve vistazo a la Historia de la Iglesia me dejó claro que el protestantismo, en sus raíces, no era un lugar para buscar la liberación de las mujeres", descubrió.

Fueron a hablar con un sacerdote y Walter le espetó, por sorpresa: "Hicimos un aborto". Browder descubrió entonces que también a él le había dolido.

Enganchada al Catecismo

En una entrevista Browder explicó: "Cuando hablamos con nuestro primer cura, nos dijo que leyéramos el Catecismo. Cuando lo conseguí, me lo leí entero en 3 días. No pude dejarlo. Me dije: “Esto es lo que he estado buscando toda la vida". Era la verdad".

"De repente vi que vivir en la plenitud y gozo de la fe católica, seguir el camino de Cristo, es estar unido en amor con toda la humanidad: amigos y enemigos, ricos y pobres, santos y pecadores, desde el billonario más poderoso al niño o niña más débil en el útero", escribe Browder.

"Cuando Walter y yo recibimos a Dios en nuestros labios por primera vez, supe en las profundidades de mi corazón, tras toda mi búsqueda, que había encontrado al fin la Verdad que me prometía hacerme libre".

Años después, Walter moriría en una unidad de cuidados intensivos, con la antigua periodista de Cosmopolitan cantándole himnos y rezando a su oído. Ante la muerte, es la fe, no la ideología, lo que aporta esperanza.

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Browder se hizo católica con 57 años. "No fue hasta después que me hice católica que empecé a revisar lo que habíamos hecho en Cosmopolitan. Muchas de las historias que escribimos sobre mujeres en esa revista, eran de mujeres que no existen. Sólo después de hacerme católica, revisando esa cultura y viendo el daño que le ha hecho la revolución sexual, me di cuenta de que tenía que limpiarme de eso".

A eso ayudan sus libros, en los que ha aplicado sus dotes periodísticas e investigadoras para hablar, esta vez sí, de mujeres reales, acompañadas de hombres y niños reales, nacidos y por nacer. También ha participado como oradora en la Marcha por la Vida en Washington y en diversos encuentros para promover un feminismo verdaderamente protector de la vida y la familia.