No soy un producto!

Este testimonio me ha recordado la confidencia de una amiga muy querida, ya fallecida. ¡Cómo afecta el aborto de los hermanos! Ellos también  sufren el síndrome postaborto. No importa qué religión tengan.
Cuando tenía 16 años tuve una conversación con mi madre que me cambió para siempre. Mi madre y mi padre nunca se casaron, se separaron cuando yo tenía 9 meses y nunca conocí a mi padre hasta que tuve 28 años. Mi madre silenciaba todo lo que se refería a su relación con mi padre. Nunca supe nada de la misma hasta una tarde cuando tenía 16 años en que mi madre decidió darme detalles de su noviazgo con mi padre.
Durante la conversación mi madre se mostraba muy triste y me dijo que conoció a mi padre cuando ella tenía 19 años y mi padre tenía 21 años. Él estudiaba en la universidad y mi madre vivía con mi abuela. Durante su noviazgo, mi madre me dijo que resultó embarazada; supuse que se refería a mí. Entre llantos me dijo que no se refería a mí; mis padres habían engendrado otro hijo antes que yo. Para ser más específica mi madre me dijo que era una niña y que yo tenía una hermana mayor. Mi pregunta natural fue que pasó con ella y mi madre me manifestó que ella y mi padre no se sentían preparados para tener una hija. Mi padre, aunque lo amo, cobardemente consiguió dinero y le sugirió a mi madre que se hiciera un aborto. Mi madre por temor o por amor, fue a una clínica clandestina a practicarse un aborto.
Cuando mi madre abortó, no salió un producto de ella, salió una niña. Hay grupos en la actualidad que no quieren llamarlos bebés o fetos, los llaman «productos»; ¡Que mentira más grande!, mi madre vio los brazos, piernas y cuerpo de mi hermana mientras era mutilada para «terminar» con el embarazo. No era un producto, era una vida, era mi hermana. No terminaron con un embarazo, asesinaron a mi hermana. El aborto no es una solución: es la salida más primitiva y horrenda que se pueda hacer. Asesinar a alguien nunca solucionará tus problemas. El día que mi madre abortó me privaron de mi hermana, de mi familia, de mis futuros sobrinos o sobrinas. Me privaron de amar y de ser amado por una hermana. En la actualidad las personas que favorecen el aborto dicen que quieren emancipar a las mujeres, que quieren liberarlas, ¡qué absurdo!
Mi madre después de 40 años aún se lamenta y llora por haber abortado a mi hermana. Aun ahora mi madre me pide perdón y llora cuando habla de la niña que fue asesinada antes de nacer. Nunca he visto a una mujer que haya abortado promover el aborto. Les aseguro que mi madre no apoya el aborto, todo lo contrario, aun siente la culpabilidad y la miseria de haber abortado. Mi madre está encerrada en una culpabilidad que le persigue hasta el día de hoy, aún no se puede perdonar a ella misma la cobarde decisión que tomo de terminar una vida. Cuando veo a mi madre no veo a una mujer liberada. Todo lo contrario, veo una mujer esclavizada por la tristeza de haber matado a su propia hija. Mi madre aún no había terminado con su relato. Me dijo que a los 20 años quedo otra vez embarazada de mi padre. Ambos pensaron que si abortar había funcionado antes seguramente funcionaría otra vez. Una vez más mi padre consiguió el dinero y mi madre fue a la misma clínica clandestina para abortar. Mientras estaba sentada en la clínica se tocó su estómago y recordó el vil asesinato de mi hermana. No pudo más, se puso a llorar, sintió una culpabilidad aplastante y entre lágrimas le habló al niño en su vientre. Se armó de valor y se fue de la clínica con un bebé en su vientre. Le dijo a mi padre que no abortaría, que prefería dar vida antes que quitarla otra vez. Ese bebé al que le habló en su vientre mientras estaba en la clínica era yo. Me prometió cuidarme, amarme y ha cumplido.
Mi nombre es Oliver Campos y no soy un producto. Tengo 36 años, vivo en Arizona, Estados Unidos. Estoy casado con una mujer maravillosa, tengo dos hijos que son el regalo más grande que Dios me ha dado. Yo no soy un producto, soy un ser humano. Sirvo en una iglesia como pastor desde hace 10 años. He trabajado para la oficina del alguacil y como policía en el estado de Arizona. He ayudado a personas en sus momentos más difíciles, incluso he salvado vidas. Yo no era un producto cuando estaba en el vientre de mi madre, no soy un producto ahora, soy una persona. Si mi madre me hubiera abortado se hubiera perdido toda una generación. Una conversación con mi madre me cambió la vida, espero que esta conversación cambie tu manera de pensar sobre el aborto o confirme tu decisión de apoyar la vida. ¿Sabes? en mi familia hay un espacio vacío, es el de mi hermana, nunca la conocí, pero la extraño tanto. A veces me pregunto cómo sería mi vida si la hubieran dejado vivir. Piensa por un momento, si mi madre no hubiera salido de esa clínica, yo no existiría y esta charla nunca la hubiéramos tenido. Que no te mientan no somos productos, somos vidas. Por favor, elige proteger las dos vidas.
 
Biografía: Oliver está felizmente casado en Arizona y es padre de dos niños. Es pastor en una Iglesia protestante.
 
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