¿Quién podría imaginar que la decisión de una madre de dar la vida a su hijo o abortarlo pudiera influir en la selección brasileña?
Es el caso de Thiago Silva: casi no pudo nacer para poder patear una pelota, cuanto menos para defender a Brasil en la Copa del Mundo de Rusia.
En una entrevista a TV Rede Globo, en 2014, la madre de Thiago, Doña Angela, dijo que pensó en abortar al jugador:
"Llegué a llorar en el hombro de mi padre, diciendo que no quería hacerlo (abortar), pero tampoco tenía posibilidades de mantenerlo. Sólo que él no dejó que yo lo hiciera... que cometiese un pecado.”
Gracias a que el abuelo disuadió a la madre de abortar, el 22 de septiembre de 1984 Thiago nació. Y creció junto con sus hermanos en la favela de Santa Cruz, en la Zona Oeste de Río de Janeiro.
De origen humilde, Thiago se convirtió en uno de los mejores defensas del mundo. Hoy está casado, tiene dos hijos, defiende la selección brasileña y participa por tercera vez en una Copa del Mundo - un logro que pocos jugadores alcanzan.
Thiago declaró que está determinado a conquistar la sexta para Brasil porque quiere "dar un poco más de alegría a su gente".
La vida de Thiago es un don - y él lo sabe. En el brazo, lleva un tatuaje, que dice: "Yo no poseo el mundo, pero soy hijo del dueño".
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