La fecundación "in vitro" parece un gran avance, que permite que algunas parejas con dificultades para tener hijos, los tengan. Por supuesto que todo niño o niña, venga naturalmente o de una FIV, es un regalo de Dios, un nuevo ser humano con una dignidad sagrada, y la alegría de sus padres. Pero la verdad es que cuando el óvulo y el espermatozoide se fusionan en el laboratorio para formar el cigoto, ese embrión es ya un ser humano, un hijo que merece todo respeto, cuidado y amor. Sin embargo, es congelado, manipulado, seleccionado, se le aplican controles de calidad para desecharlo si no los cumple, como si fuera una cosa. Para colmo, la mayoría pierden la vida en estas técnicas: se ha calculado que sólo 1 de cada 27 embriones producidos en laboratorio llega a implantarse y sobrevivir, porque este proceso artificial es incapaz de recrear las condiciones fisiológicas que preceden a la implantación en el útero; falta la comunicación hormonal madre-hijo que sí se produce en el proceso natural, mientras el embrión recorre la trompa de Falopio en 5-6 días.
Esto ya sería suficiente para no acudir a la FIV. Pero, ensencialmente, lo que ocurre es que disociar el acto de amor de los esposos de la procreación de la vida es tocar algo sagrado, el misterio que une los misterios del amor y de la vida, la suprema dignidad en la que nace el ser humano. Cuando eso se manipula, el hijo o hija ya no se ven como regalo de Dios -al menos en esa fase embrionaria-, sino como un producto conseguido por la técnica, y entonces es fácil aceptar que se manipulen los embriones, que se seleccionen, que se congelen, que se desechen... Caminar por esta pendiente resbaladiza ha conducido también a que se "produzcan" niños sin padre conocido, madres de alquiler, maternidad fuera de una familia, niños a la carta... ¿Tenemos derecho a hacer esto? Evidentemente, no. Todo niño tiene derecho a un padre y una madre; les necesita.
Miremos, por otra parte, la cantidad de niños y niñas descartados por el aborto (unos 200 al día en España), la cantidad de niños y niñas que esperan unos padres que los adopten... Algo no funciona en todo esto; esta no es la auténtica dinámica del amor, sino un mal sucedáneo.
La FIV no es la solución. Por otra parte, al haberse convertido en un negocio, a veces parece que ya no interesa solucionar los problemas de fertilidad; en cuanto se retrasa el hijo, se ofrece la FIV, un proceso penoso y muchas veces decepcionante. A pesar de ello, la Medicina sigue avanzando e intentando estudiar y solucionar los problemas de fertilidad, con la NAPROTECNOLOGÍA. Esta, o plantearse la adopción, y abandonarse en manos del Dios de la vida, sí que son una verdadera y buena opción en la dinámica del amor, que exige a veces sacrificio y confianza.
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