Este año, hace unos meses, murió mi madre, tras dos años de una enfermedad muy difícil. Una médico de la familia que trata casos similares, nos dijo que había sido uno de los dos o tres casos más duros que había visto en su carrera. Mi madre lo llevó admirablemente, apoyada en Dios, aunque eso no le ahorró la dureza de la enfermedad ni los momentos de bajo ánimo. Afortunadamente, tuvimos una cuidadora magnífica que hacía más de lo que era su obligación.