Los médicos les dijeron que su bebé tenía una discapacidad grave y después del aborto se enteraron de que estaba sana

(LifeNews/InfoCatólica) Cuando los padres reciben la noticia de que su bebé por nacer tiene una discapacidad, enfrentan una enorme presión para abortar. Médicos, enfermeras, familiares, amigos y la sociedad en general les dicen que hay algo «mal» en un bebé «imperfecto» y que, de alguna manera, matarlo mediante el aborto es la opción compasiva.

Ese mantra proabortista y esa presión ya son lo suficientemente graves, pues han causado la muerte de millones de bebés solo por tener una discapacidad.

Pero lo que es aún peor es cuando los padres descubren que la prueba estaba equivocada, como sucede con frecuencia, y que su bebé estaba perfectamente sano.

Eso es precisamente lo que ha ocurrido en el Reino Unido.

Dos parejas han revelado a la BBC que se sometieron a abortos tras ser informadas erróneamente por un hospital del NHS de que sus bebés tenían graves afecciones genéticas. Aseguran que los errores médicos cometidos por los doctores del Nottingham University Hospitals NHS Trust los llevaron a tomar la devastadora decisión de abortar a bebés sanos.

El Nottingham University Hospitals NHS Trust, que actualmente está bajo escrutinio en la mayor investigación de maternidad en la historia del NHS, ha declarado que sus equipos de medicina fetal buscan brindar una atención «compasiva y profesional». Sin embargo, para Carly Wesson y Carl Everson, la experiencia ha sido desgarradora.

Wesson, quien abortó a su bebé con 14 semanas de gestación, está devastada.

«Nuestra hija debería estar aquí», lamentó.

En enero de 2019, durante una ecografía rutinaria de las 12 semanas, la pareja fue informada de que su bebé tenía un alto riesgo de padecer síndrome de Down y se les ofreció realizar más pruebas genéticas.

Se sometieron a un examen llamado muestreo de vellosidades coriónicas (CVS, por sus siglas en inglés), que detecta anomalías cromosómicas. Dos días después, los médicos del City Hospital en Nottingham les comunicaron que los resultados iniciales indicaban que su hija tenía síndrome de Patau, una rara condición que con frecuencia resulta en aborto espontáneo, muerte fetal o graves complicaciones de salud tras el nacimiento.

Wesson recuerda una conversación con un especialista en medicina fetal, quien le aseguró que su bebé tendría necesidades de cuidado significativas y que posiblemente no sobreviviría al embarazo. Creyendo que su hija estaba sufriendo, la pareja decidió abortar, aunque preguntaron si pruebas adicionales podrían arrojar un resultado diferente. Se les aseguró que no.

Seis semanas después del aborto, descubrieron que su hija había sido asesinada por un error en la prueba.

Wesson y su pareja fueron llamados a lo que pensaban que era una cita de seguimiento rutinaria. En cambio, les informaron que una prueba secundaria más detallada había revelado que su hija no tenía ninguna anomalía cromosómica.

Wesson recuerda el devastador momento en el que el médico les dijo sin rodeos: «Tengo algo que decirles, sus resultados han cambiado».

Cuando preguntaron si su hija habría sobrevivido, les respondieron: «Bueno, podrías haber tenido un aborto espontáneo de todas formas», una respuesta que solo agravó su dolor.

Para Wesson, esas palabras fueron profundamente hirientes y la dejaron con la dolorosa certeza de que su bebé, a quien habían apodado cariñosamente Ladybird, podría haber nacido completamente sana.

Este horroroso caso subraya cómo las pruebas genéticas suelen fallar y nunca deberían ser utilizadas para justificar el asesinato de bebés mediante el aborto.