LA GACETA - HUGHES
Es más habitual de lo que parece. El aborto espontáneo en los primeros meses de un embarazo es eso que se llama una «realidad silenciada». No se sabe la razón, porque no es ningún estigma, pero apenas se comenta; tampoco que pasados los 40 años es mucho más que probable, es algo por lo que casi seguro se tendrá que pasar.
Isabel Díaz Ayuso contaba ayer en una entrevista la experiencia de perder el bebé del que estaba embarazada. «Manolito», lo llamó, porque ya se sentía madre. La madre, que empieza a sentirlo dentro, lo transmite al hombre. Se va haciendo espacio para una vida mucho antes de que llegue.
Cada vez son más las mujeres que tienen niños pasados los 40 y cada uno de esos niños, se dice aun menos, es un pequeño gran milagro. Rara es la vez que no llega tras varios, tras muchos intentos, cada uno de los cuales es un drama mezclado de ansiedad.
Se dedican muchos recursos a decirle a las niñas que pueden ser ingenieras, astronautas o juezas de línea, pero no estaría mal que les contaran que también pueden ser madres.
La maternidad a los cuarenta o a los treinta y muchos se acabó convirtiendo en una opción real hecha de titulares de prensa, de dilaciones generacionales, de optimismo sin causa, de postergaciones dolorosas, de una especie de irresponsabilidad general.
A partir de los 35 años, sin embargo, la mujer pierde fertilidad rápidamente. Se agudiza a los 37, se extrema a los 40. La ciencia está ahí, hay buenos profesionales, «todo tiene arreglo», pero la vida no es Amazon.
¿Saben las mujeres, con seguridad, que a partir de los 35 años todo será ya milagro y drama? ¿Conocen la cruda realidad de su biología, de su cuerpo, de sus tiempos? La respuesta debería ser que sí, pero yo creo que no. No me avala un estudio de Tezanos, pero la impresión es que al respecto hay cierta ignorancia, un vago desconocimiento.
De las muchas mentiras que les han contado a las mujeres, esta es de las peores. Quizá la peor. Ocultarles la urgencia de su don. Muchas, muchísimas, están dejando lo importante para el final, sin saber que se hará muy improbable.
Mujer: estudia, haz un máster, haz dos, pilota un avión, diseña una nave espacial, visita Mercurio, consigue orgasmos psicodélicos, vive, viaja, siente, ama, gana, alcanza, logra… Luego podrás ser madre.
Dejemos el carpe diem por un instante. Los días están contados, pero aun más lo están los óvulos (carpe ovum).
Y lo que sirve para ellas, sirve para el «factor masculino» (los hombres). Estamos juntos en esto y su dolor será el nuestro. Es mentira que el hombre, gran bulto sospechoso, lo tenga mejor. ¡Dónde va un pobre hombre de 40 años!
Ponerle fin de una vez por todas a la adolescencia, concienciar de un horizonte en los 35, dibujar ahí una raya vital, un descanso para recibir la charla técnica, o colocar rótulos de neón en los bares con la vieja advertencia Se te pasa el arroz, cosas así ayudarían a tomarse la vida con otra seriedad.