La familia, sociedad natural, existe antes que el Estado o cualquier otra comunidad, y posee derechos inherentes que son inalienables”. – Carta de los Derechos de la Familia.
Alguna vez las sociedades respetaron casi universalmente a la familia y los derechos de los padres a criar y educar a sus hijos, reconociendo el papel único de la familia como unidad esencial y “célula vital de la sociedad” (Familiaris Consortio, 42). Sostuvieron que los padres tienen una responsabilidad insustituible y son los más capacitados para enseñar y transmitir valores culturales, sociales, espirituales, morales y religiosos que no sólo son esenciales para el bien de la familia misma, sino también para el bien de la sociedad.
La Iglesia considera a la familia como la primera sociedad natural con derechos inherentes que le son propios. Enseña que la familia “no existe para la sociedad ni para el Estado, sino que la sociedad y el Estado existen para la familia” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, Nro. 214). Además, sitúa a la familia en el centro de la vida social, advirtiendo que excluir a la familia de la posición que le corresponde en la sociedad sería causar un daño grave a la sociedad.
Sin embargo, a pesar de estas advertencias sobre el papel central de la familia en el auténtico bienestar y crecimiento de la sociedad, la familia ha sido objeto de un creciente escrutinio y ataque en todo el mundo, especialmente en las llamadas naciones desarrolladas que han rechazado los principios judeocristianos. Habiendo optado en cambio por abrazar “valores” seculares, muchos en la sociedad y el gobierno occidentales ven a la familia, piedra angular y fundamento de la sociedad, como una amenaza a su visión. Ven a la familia como una de las dos instituciones que frustran sus planes, la otra es la Iglesia.
Con consecuencias nefastas, estos “nuevos visionarios” están teniendo un enorme impacto en la forma en que la gente ve el matrimonio y la familia y exigen cada vez más cómo los padres deben criar a sus hijos. Y saben que la mejor manera de socavar el impacto de la familia es romper los vínculos familiares, especialmente los vínculos entre Dios y la familia y los vínculos entre padres e hijos.
Los niños no son “propiedad” del Estado
Los padres están siendo intimidados por las juntas escolares, las legislaturas estatales y el gobierno federal, poniendo a los padres en contra del bienestar de sus hijos. La visión general, la visión de la cultura de la muerte es que los niños no son “propiedad” de los padres, sino del Estado. Y la mejor manera de transformar la sociedad, de hacer realidad el objetivo de los “nuevos visionarios”, es socavar y redefinir la familia, lo que requiere e implica centrarse en los niños.
Docenas de estados de Estados Unidos están aprobando leyes para proteger el derecho de los padres a saber qué aprenden sus hijos en las aulas, particularmente en cuestiones de identidad de género y teoría racial. Pero varios estados están tratando de quitarles los hijos a sus padres porque creen que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, que el sexo de sus hijos es una cuestión biológica, o porque buscan proteger a sus hijos de fármacos esterilizantes y cirugías mutilantes o de currículos perversos de educación sexual.
Por ejemplo, los legisladores estatales de California han presentado un proyecto de ley, el Proyecto de Ley de la Asamblea 1955, que impediría que las escuelas notifiquen a los padres si su hijo muestra confusión de identidad sexual, tiene dificultades con la orientación sexual o solicita un nombre y pronombre diferentes.
Y recientemente, la Corte Suprema de Estados Unidos se negó a escuchar una impugnación a la política de un distrito escolar de Maryland de no informar a los padres si sus hijos se identifican como transgénero o no conformes con su “género” y permitir que las escuelas desarrollen planes de apoyo de “género” para los estudiantes sin el consentimiento de los padres. Además, la política no permite a los padres excluir a sus hijos de ninguna instrucción o presentación en el aula.
Los padres, no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo, enfrentan una amenaza inminente e invasiva por parte del Estado, que no reconoce el papel preeminente de los padres, particularmente en la educación religiosa y moral de sus hijos. Cada padre tiene la responsabilidad dada por Dios de dirigir la crianza, la educación y el cuidado de sus propios hijos. Y ningún padre debería ser obligado a renunciar a este derecho ni amenazado con perder la custodia de sus hijos porque sus opiniones o creencias religiosas son impopulares para el gobierno.
Aunque los padres pueden obtener la ayuda de otros o instituciones en la educación de sus hijos, éstas siempre permanecen secundarias, respondiendo ante los padres como educadores principales. Y como afirma el Compendio, “los padres tienen derecho a elegir los instrumentos formativos que respondan a sus convicciones y a buscar aquellos medios que les ayuden mejor a cumplir su deber de educadores, también en el ámbito espiritual y religioso”, exigiendo el reconocimiento de las virtudes de “justicia y caridad” (Nro. 240). El Compendio insiste también en que toda educación esté encaminada a la formación adecuada de la persona humana “con vistas a su fin último” (Nro. 242). En otras palabras, una educación sin Dios es inaceptable.
Mientras que los “nuevos visionarios” buscan disminuir y redefinir la familia, la Iglesia, con respeto por la visión de Dios y el plan para su creación, busca moldear la sociedad con una clara prioridad para las familias. Aboga por el desarrollo de políticas y leyes que apoyen a las familias, defiendan los derechos de los padres y protejan a los niños de las fuerzas morales, sociales y culturales que amenazan su futuro y, en última instancia, amenazan a la sociedad.
El papel de la familia en la edificación de una sociedad saludable
“El bienestar de la persona individual y de la sociedad humana y cristiana”, enseña el Concilio Vaticano II, “está íntimamente ligado al estado saludable de la comunidad producido por el matrimonio y la familia” (Gaudium et spes, Nro. 47).
La posición de larga data de la Iglesia Católica sostiene que los padres tienen el derecho y la responsabilidad de educar a sus hijos protegiendo los derechos de los niños, respectivamente una verdad expresada por una larga historia de documentos y enseñanzas magistrales. Y este derecho y responsabilidad de los padres es “de tal importancia que es casi imposible proporcionar un sustituto adecuado” (Catecismo de la Iglesia Católica, Nro. 2221).
Durante una reunión con la Asociación Europea de Padres (EPA) en noviembre de 2023, el Papa Francisco destacó el papel preeminente que desempeñan los padres en la educación de sus hijos, diciendo que “el papel fundamental de los padres en el orden social” debe “ser reconocido en todos los niveles. “El Santo Padre reiteró la necesidad de proteger el derecho de los padres a formar, criar y educar a sus hijos, subrayando que no se les debe impedir en ningún ámbito, particularmente en el de la escolarización, aceptar programas educativos contrarios a sus creencias y valores”.
En el mismo encuentro, el Papa Francisco recordó a los padres “su misión educativa” y la importancia de enseñar a sus hijos “lo que significa ser plenamente humanos”. Para ello, pidió un mayor apoyo a la familia, destacando la importancia del “apoyo y estímulo mutuos, para que se pueda ayudar a los padres a desarrollar una ‘pasión’ por su misión educativa”.
El Santo Padre también recordó a los padres que esta misión “se puede decir que tiene éxito cuando sus hijos llegan a darse cuenta de la belleza de la vida” y “cobran confianza y entusiasmo ante la perspectiva de embarcarse en la aventura de la vida”, lo que “presupone la realización más profunda del inmenso amor de Dios por nosotros”.
El Papa Francisco también habló del beneficio para la sociedad cuando los padres cumplen con el deber que Dios les ha encomendado “de formar personas libres y generosas que hayan llegado a conocer el amor de Dios y a otorgar gratuitamente a los demás lo que ellos mismos han recibido como regalo”. En este sentido, los padres ayudan a transmitir valores evangélicos que ayudan a fomentar una sociedad sana. “Criar a un niño representa una auténtica contribución a la sociedad”, afirmó el Santo Padre, “porque significa formar al joven en relaciones sanas y respetuosas con los demás, en la disponibilidad a cooperar con miras a un objetivo común, en la responsabilidad, en el sentido del deber y el valor del sacrificio por el bien común”.
El Papa Francisco reafirma que la familia es una comunidad de personas donde se enseñan los valores morales y se transmite el patrimonio espiritual y cultural de la sociedad. Defiende el papel insustituible de la familia en su contribución a la dignidad de las personas humanas y al bien común. Esto es esencial para garantizar que las personas sean firmes en sus compromisos y promueve tanto la responsabilidad social como la solidaridad.
El Santo Padre concluyó su reflexión advirtiendo a los padres (y a la sociedad) que descuidar “su misión educativa” daría como resultado que “los niños crezcan como islas, desconectados de los demás, incapaces de una visión común y acostumbrados a considerar sus propios deseos como valores absolutos. Como resultado, la sociedad se deconstruye, se empobrece y se debilita y deshumaniza progresivamente”.
El Papa San Juan Pablo II lo resumió muy bien cuando dijo: “cómo va la familia, así va la nación y así va el mundo entero en el que vivimos” (Perth, 1983). En otras palabras, el matrimonio y la familia, establecidos por Dios, son el remedio que nos ayudará a redescubrir lo bueno, lo verdadero, lo justo y lo bello de la persona humana y el sentido último de la vida.
¿Cuál es el papel del gobierno?
Cada persona es una huella única e irrepetible de la imagen de Dios. La Iglesia cree que el propósito de la vida y la razón por la cual cualquiera de nosotros existe es que cada alma busque y encuentre la verdad, que es Dios, el bien supremo (Summum Bonum). Dios quiere compartir con nosotros
Su propia naturaleza. De ello se deduce, entonces, que el papel adecuado del gobierno es proporcionar, con el apoyo de la Iglesia, un marco moral en el que la persona humana pueda florecer y cumplir su vocación. Y al considerar su papel apropiado como servicio a las personas humanas (individuos y familias), el objetivo del gobierno es ayudar a las personas a usar la libertad que Dios les ha otorgado para buscar la verdad y regresar a Él.
Como dice el Compendio,
Debe afirmarse la prioridad de la familia sobre la sociedad y sobre el Estado. La familia, de hecho, es la condición de existencia del Estado y de toda la sociedad. La familia posee derechos inviolables y encuentra su legitimación en la naturaleza humana y no en ser reconocida por el Estado. La familia, entonces, no existe para la sociedad ni para el Estado, sino que la sociedad y el Estado existen para la familia (Nro. 214).
De ahí que el papel del gobierno, así como el de todas las instituciones sociales, esté dirigido a servir y ayudar a cada persona humana y a la familia a cumplir su vocación. Es ayudar a los padres en su papel y deberes, brindándoles ayuda razonable, y nunca limitar de ninguna manera la libertad de los matrimonios para decidir sobre sus hijos, quienes con amor a sus hijos saben lo que es mejor para ellos.
Esto implica que los padres deberían tener autonomía para criar a sus hijos fuera del control gubernamental. Actuar en cualquier otro aspecto, el Estado sobrepasa sus derechos y “constituiría un grave atentado contra la dignidad humana y la justicia” (Carta de los Derechos de la Familia, Artículo 3).
El papel esencial de los padres
Como enseña el Catecismo, “los padres deben considerar a sus hijos como hijos de Dios y respetarlos como personas humanas. Mostrándose obedientes a la voluntad del Padre que está en el cielo, educan a sus hijos para cumplir la ley de Dios” (Nro. 2222). En el Rito del Bautismo, la Iglesia recuerda a los padres este deber hacia sus hijos: “Estás aceptando la responsabilidad de educar a tu hijo en la práctica de la fe. Será tu deber educar a tu hijo para que guarde los mandamientos de Dios” (Nro. 77).
En primer lugar, la forma en que los padres educan se basa fundamentalmente en el amor a sus hijos. Catequizan con su forma de vivir, dando testimonio de su vocación y misión a través de los momentos didácticos de la vida familiar diaria: “Los padres deben ser, con su palabra y su ejemplo, los primeros predicadores de la fe a sus hijos” (Lumen Gentium, Nro.11).
Los padres que modelan una relación matrimonial basada en el respeto mutuo y el amor abnegado transmitirán a sus hijos mucho más sobre el significado del sexo que cualquier “charla”
Padre Shenan J. Boquet.
Los padres, que han participado en la procreación de la vida humana, tienen el deber de alimentar mediante la educación y la formación el don de la vida que se les ha confiado. Como catequistas primarios, papel insustituible, los padres deben hablar con naturalidad sobre Dios y su fe:
“El testimonio de vida cristiana dado por los padres en la familia llega a los hijos con ternura y respeto paterno. Así, los niños perciben y viven con alegría la cercanía de Dios y de Jesús manifestada por sus padres, de tal manera que la primera experiencia cristiana deja frecuentemente huellas decisivas que perduran durante toda la vida” (Directorio general para la Catequesis, Nro. 226).
Los padres no sólo deben orar por sus hijos, sino también enseñarles a orar, presentándoles la Sagrada Escritura, el Rosario, la vida de los santos y los ricos tesoros de las oraciones y tradiciones de la Iglesia. La oración debe vivirse como algo natural en el hogar familiar, incorporada a lo largo del día.
Lo más importante es que los padres deben llevar a sus hijos a la Santa Misa, enseñándoles las oraciones y lo que sucede durante la Consagración. Y cuanto más orantes y fieles sean los padres a la Santa Misa y a las tremendas gracias que están disponibles en la Misa, mejor podrán comunicar la fe a sus hijos.
Además, los padres deben crear un ambiente, tanto dentro como fuera del hogar, donde sus hijos puedan crecer en la fe, ayudándoles a comprender y respetar su propia dignidad como hijos e hijas de Dios. Los padres deben ayudar a sus hijos a desarrollar una brújula moral sólida modelando el comportamiento moral y ayudándolos a comprender que tomar decisiones morales puede no ser fácil, pero es necesario para vivir una vida virtuosa.
Sin duda, las familias enfrentan muchos desafíos para responder a su vocación y misión, especialmente en una sociedad invasiva que ha opuesto su voluntad al plan de Dios para la persona humana y la familia.
Entonces, unámonos para apoyar a las familias, comenzando en nuestros propios hogares, con nuestras familias extendidas y en nuestras comunidades de fe, desarrollando familias vitales y vibrantes arraigadas en la fe y la solidaridad mutua. Animemos también a las familias a crecer en la fe y a no tener miedo de las dificultades sino a ver el fin último por el que todos trabajamos y aspiramos, la vida eterna con Dios. E involucremos a las familias, ayudando a los padres en la educación y formación de sus hijos, especialmente en nuestras escuelas católicas y programas catequéticos.
Y finalmente, recemos por las familias y por la transformación de nuestro mundo.
Jesús, María y José,
en ti contemplamos
el esplendor del amor verdadero;
a ti acudimos con confianza.
Sagrada Familia de Nazaret,
haz que nuestras familias también
pueden ser lugares de comunión y oración,
Auténticas escuelas del Evangelio.
y pequeñas iglesias domésticas.
Sagrada Familia de Nazaret,
que las familias nunca más experimenten
violencia, rechazo y división;
que todos los que han sido heridos o escandalizados
encuentre pronto consuelo y curación.
Sagrada Familia de Nazaret,
haznos una vez más conscientes
del carácter sagrado y de la inviolabilidad de la familia,
y su belleza en el plan de Dios.
Jesús, María y José,
escuchen amablemente nuestra oración.
Amén.
– Papa Francisco
Conclusiones:
- El papel de los padres como primeros y principales educadores de sus hijos es un derecho-deber natural que es anterior al Estado y la sociedad. Es de ley natural y por tanto de ley divina, pues Dios es el creador de la naturaleza humana.
- El Estado y la sociedad tienen el grave deber de reconocer (no dar) y tutelar ese derecho-deber y nunca conculcarlo.
- Este derecho-deber de los padres también ha sido revelado por Dios en la Biblia. En Deuteronomio 6:4-9, Moisés vincula este deber de los padres al Primer Mandamiento de la Ley de Dios de amar a Dios por encima de todo.
- Los padres ya han sido equipados por Dios para educar a sus hijos en virtud del Sacramento del Matrimonio y del mismo hecho de ser padres. No deben tener miedo ni sentirse inadecuados ni dejarse intimidar por los “expertos” del gobierno o de las escuelas. Deben tener plena confianza en la ayuda de Dios y de su gracia y que con su gracia lo pueden y deben hacer.
- Si necesitan ayuda, tienen a la Iglesia y a Vida Humana Internacional. Estamos dispuestos a ayudarlos con mucho amor, humildad y respeto.
- Los padres son los primeros evangelizadores y catequistas de sus hijos. La catequesis familiar precede, acompaña y prosigue a la catequesis parroquial y a la escuela parroquial. La parroquia debe desarrollar una pastoral de la potenciación de los padres y nunca de su sustitución.
- Recomendamos que las parroquias desarrollen programas de formación catequética para los padres, sobre todo, aunque no únicamente, para los padres que tienen a sus hijos en la catequesis o en la escuela parroquial. La tríada santa: Los sacerdotes forman a los padres y los padres forman a sus hijos: sacerdotes-padres-hijos.
- Los padres deben estudiar la Biblia y el Catecismo de la Iglesia Católica. Si el Catecismo es muy largo o denso, recomendamos mucho el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica o el YOUCAT, el catecismo para jóvenes. Compártanlos en familia adaptándolos a la edad de los hijos y en un clima de oración.
- La procreación humana no consiste únicamente en engendrar hijos, sino que incluye también el educarlos en la fe, la vida moral y la vida cívica.