Elsa Pataky y las mujeres amargadas

FUENTE : EL DEBATE - JAUME VIVES

 

Existe una especie de mamíferos, cuyas hembras, a diferencia del lince ibérico, van en aumento y crecen descontroladamente por toda la geografía, no sólo la española sino la del mundo entero.

Me refiero, claro está, a lo que vulgarmente se ha conocido siempre como mujer amargada. Suele disfrazarse de feminista o de cualquier otra cosa que le permita presentarse ante el resto de la comunidad como un ser superior, ya sea porque recoge plásticos en la playa, pinta puntos morados en las esquinas o grita a voz en cuello a un macho que no goza de la aprobación de la manada.

No es difícil avistar a ese tipo de mujeres pues, como veníamos diciendo, existe superpoblación. Podemos encontrarlas en las redacciones de los periódicos, en los platós, en las manifestaciones, en las sedes de los partidos, en las bibliotecas de barrio, en las iglesias…

Algo muy característico que comparten todas es que el bien ajeno las saca de quicio, les quema las entrañas y las lleva a vomitar todo tipo de improperios. Los expertos lo atribuyen a su estilo de vida fracasado. No soportan que otras (u otros) hayan elegido mejor y sean felices.

Su objetivo es conseguir que otros ejemplares de la especie humana tomen su mismo camino de tristeza y desesperación para asegurarse de que la subespecie sobreviva.

Para conseguir su propósito disponen de infinidad de tácticas: la promoción del gato como animal de compañía, el aborto como seguro para poder divertirse sin frenos ni cortapisas el fin de semana, el odio al varón como motor de vida, el resentimiento como vitamina que se toman todas las mañanas, chochocharlas sobre empoderamiento femenino y politización de la menstruación, y un montón de majaderías que son el camino más rápido y directo a los ansiolíticos y antidepresivos.

Y esta verdad, más que evidente, ha quedado demostrada por enésima vez a raíz de la ¿polémica? protagonizada por Elsa Pataky y su marido.

Elsa ha elegido bien, tanto que algunas son incapaces de perdonárselo. Eligió casarse (cosa para la que las mujeres amargadas no están capacitadas). Luego formó una familia y llenó la casa de críos (segundo error grave) y, por si eso fuera poco, decidió quedarse en casa para que, mientras su marido salía a ganarse el pan para la familia, ella pudiera quedarse a cuidar y educar a sus hijos, es decir, enseñarles a descubrir el mundo.

Y claro, esto, para una mujer que nunca contará con el amor de un hombre ni el cariño de unos hijos es un crimen abominable porque, cuando llega a su casa, sólo la espera Milo, que cuando se frota entre sus piernas la llena de pelo.

A cualquier hombre le gustaría que Elsa fuera la madre de sus hijos. Pero ninguno quisiera a una de esas mujeres amargadas ni siquiera para limpiar la casa.

Y por eso han saltado tantas a la yugular de Elsa y su marido, algunas incluso con la desvergüenza de cuestionar su modo de vida en directo, en su cara. Mucha paciencia ha tenido la buena de Elsa, los expertos dicen que el mejor modo de ahuyentar a las mujeres amargadas es un bufido, la burla o la indiferencia.

Es una lástima que hayan hecho creer a tantas mujeres que es mejor trabajar para un jefe (muchas veces un déspota) antes que para su familia. Es una lástima que a tantas mujeres les hayan hecho creer que dejarse probar por muchos las empodera más que comprometerse con uno solo. Es una lástima que a tantas les hayan hecho ver la maternidad como algo aborrecible y esclavizante.

Es triste que vean con tan malos ojos que una madre se quede en casa a cuidar de sus hijos para descubrirles el mundo. Y más cuando es el gran cometido de la mujer, para el que está especialmente capacitada. Al hombre se le pide que sepa mucho de algo para salir fuera y ganarse la vida con ello, pero la mujer sabe muchas cosas, no hace falta que se especialice en ninguna, sabe matemáticas, protocolo, literatura, gestión de la emociones, música, historia, relaciones institucionales, psicología, gestión de stock y muchas más cosas.

Si le arrebatan a la madre el magnífico regalo que supone descubrirles el mundo a sus hijos, prepararlos para que un día puedan andar solos por esta jungla, alguien (que no será la madre) hará lo propio y seguramente lo hará muy mal. Puede que incluso se entrometa en su educación una de esas amargadas que acabará enfrentando al niño con la mujer que más lo quiere en el mundo.

Y es verdad que la precariedad dificulta cada vez más ese estilo de vida, y uno tiene que hacer malabares para educar a sus hijos, llevarlos a la guardería y alejarlos de algunas manos infectas.

Pero Elsa es una persona tan libre, no porque haya podido elegir (que como decíamos, muchos, desgraciadamente, no pueden) sino porque ha elegido bien. Y eso es lo que molesta tanto a las del gato, los pelillos en el sobaco y el ceño fruncido.

Las que se permiten el lujo de criticar a Elsa en su propia cara o en platós y redacciones harían bien en meterse el micro por donde les quepa, pedir perdón y empezar a elegir un poco mejor en sus vidas si no quieren, dentro de cuarenta años, estar comiendo solas en Navidad frente al televisor mientras ven la mierda esa de Marta Flich, que seguramente es también una de su especie.